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Carta de un enfermero a un niño atropellado

En el año 2016 un compañero del equipo de Emergency fue testigo de un trágico suceso en la localidad murciana de Alcantarilla, en la que un niño de tan sólo tres años perdió la vida al ser atropellado por un vehículo.

Resulta imposible no inundarse de dolor cuando la vida un niño tan pequeño es arrebatada de manera fortuita, y aún se nos empañan los ojos al leer esta emotiva carta que nuestro compañero Antonio Giménez Vivas escribió tras el gran esfuerzo  que realizó por salvarle la vida. Es un orgullo para todo nuestro equipo contar con personas con la calidad humana, la profesionalidad y la solidaridad de Antonio.

“Insignificante. ¿Qué decir a unos abuelos que perdieron todo? ¿A unos padres a los que arrebataron su corazón? ¿A un hermanito, que aunque todavía no es consciente, jamás volverá a ser besado por los labios de su hermano mayor?

¿Qué decir a todo un pueblo, que con su conducta ejemplar, continúa preguntándose por qué? Por qué ocurrió, por qué a este angelito de tres años. Quién montará ahora el sillín de esa bicicleta que trajo Santa; quién romperá el papel de esos regalos con ojos abiertos como platos y gritará de alegría. Quién dijo que unos padres deben enterrar a un hijo. No. No es este el tipo de emergencias para las que nos entrenan los del 061.

Ese día, a pesar del trabajo en equipo, de la diligencia, de la profesionalidad, de haberlo dado todo… sólo nos quedó esto. Lágrimas en los ojos, un corazón cuarteado y esa sensación de vacío inexplicable. Un silencio atronador de vuelta a la base y una tormenta de lágrimas compartidas con los compañeros de la Policía Nacional que nos escoltaron, con los compañeros de Hemodinámica del HUVA, con los compañeros de las UMEs 14 y 16, con los padres y abuelos del niño, con todo un pueblo. Alcantarilla. Y a pesar de todo no puedo dejar de pensar lo insignificantes que somos.

Hoy he mirado a los ojos a los abuelos, a los padres, y he besado la frente del hermanito como hice con su hermano. He abrazado a los padres, a los abuelos, a amigos… Y alzando la mirada al cielo inundada de lágrimas no dejo de pensar.

Lo hicimos todo, lo intentamos de veras, y aunque desde arriba nos mires con vehemencia y agradecimiento, nuestras lágrimas gritarán durante mucho tiempo cuán insignificantes somos.

Te lo digo con el corazón en la mano, hoy se lo he repetido a tus padres, y a tu hermano: lo siento. No pudimos hacer más, y somos conscientes de que todo lo que hicimos no fue suficiente para volver a hacerte sonreír.

Desde aquí, y con todo el amor del mundo, te mando un beso enorme allá donde quiera que estés jugando entre las estrellas.
Descansa en paz, chiquitín.